domingo, 3 de mayo de 2015

Todo sobre mi madre...y sus cosas

- Mamá, ¿puedo ir a jugar al parque?
- Pregúntale a tu padre
-Papá, ¿puedo ir a jugar al parque?
- Pregúntale a tu madre 
-Mamá, papá dice que te pregunte a ti...
-¡¡¡PUES HAZ LO QUE QUIERAS!!!


Todos decimos que nuestras madres son las mejores del mundo. Igual que decimos que la comida de nuestra abuela es la más deliciosa. Sinceramente, mi madre no es la mejor del mundo. Lo sé porque no he tenido otra como para hacer comparaciones. Sin embargo, sí puedo asegurar que tengo una muy especial. Y no lo digo por decir; para empezar, cuando yo era pequeña, mi madre era bruja. Tenía el pelo negro y largo y unas uñas enormes. Y ella siempre decía que, en noches de luna llena. salía a dar una vueltecilla con su escoba. Yo siempre me la imaginaba con un traje y un sombrero de pico negros, volando sonriente y con su pelo siguiéndola como una estela. Luego supongo que dejó lo de bruja, se cortó las uñas y el pelo y aparcó la escoba.

      Lo que siguió haciendo, sobre todo mientras limpiaba la casa los sábados, era hablar sola. Algunas veces podía oírla hablar en la cocina desde mi habitación. Claro, yo siempre he tenido que vivir con el hecho de que mi madre no es solo mi madre, es también otras personas que ella se inventa o que otros se inventan para ella. Y es que mi madre siempre ha sido una teatrera, todo el día subida a un escenario y, cuando ella no podía subir, me mandaba a mí de su parte. Así me tuvo catorce años, hasta que un día se hartó de mí y de mi edad del pavo y me echó a patadas de allí.
          
      Además de hablar sola, ella también suele hablar con las flores. Antes tenía el jardín lleno de ellas, flores, plantas y geranios a los que daba conversación mientras los rociaba con agua. A las flores se las veía encantadas y hasta risueñas. Fue una pena que acabaran peleadas con mi madre por haber traído un perro que las arrancaba sin ningún miramiento. Fue por eso que mi madre tuvo que reducir su círculo de amigas a tres o cuatro orquídeas dentro de casa. Eso sí, se lo pasan en grande las cuatro juntas cuando toca la hora del baño. Y es que pocos seres vivos en este mundo se libran de la imaginación de mi madre. Hasta a nuestro conejo le ha intentado enseñar a leer y él, harto de intentarlo, se rebeló atacando a sus orquídeas.         
         
       En fin, así es ella. Hace ya tiempo que me di cuenta de la suerte que tengo por tenerla como madre. No es perfecta, pero me ha dado los mejores recuerdos de infancia, los valores que hoy me hacen ser gran parte de lo que soy. Seguro que todos, como hijos, miramos hacia atrás, hacia nuestra adolescencia, y nos sentimos avergonzados por cómo tratábamos a nuestros padres. La vida era una eterna pelea por la independencia. Hoy puedo decir que me siento más unida a mi madre que nunca, a pesar de la distancia.
               
      El día de la madre es cada día. Y aunque suene típico, es cierto. Este día, señalado en el calendario, no es más que una excusa para recordarles lo mucho que las queremos por si el resto del año estamos muy ocupados con nuestras vidas.
                
        Por mi parte, solo me queda darte las gracias madre. Gracias por traerme a la vida, por intentar hacerme sentir especial siempre. Por aquellos cuentos de Juana y su chupa chups antes de ir a dormir. Gracias por darme a mis hermanas, que aunque a veces no las aguanto, tampoco creo que fuera feliz sin ellas. En fin, te quiero mucho y te echo de menos.


P.D. Dale un beso a abuela de mi parte, porque ella siempre ha sido mi segunda madre. 


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